martes, 15 de mayo de 2007

LEYENDO PRIMERA PARTE "EL CORAZÓN"

Me va atrapando nuevamente Almudena Grandes con su estilo narrativo. He de confesar que siempre lo logra con sus descripciones en cadena salpicadas de pequeños diálogos entrelazados.
La escena del cementerio a través de Álvaro Carrión me hizo sentir lo que siente uno muchas veces en estas ceremonias, estás dentro de un escenario pero tu mente en realidad está fuera, analizando hasta el mínimo detalle: "A mí no me gustan los entierros, ellos lo saben".
Aparecen las dos Españas a través del vestuario, la tardofranquista y sus señoras elegantes, tan rubia, tan blanca, de sangre íbera"; la republicana exiliada: " la mujeres no llevaban medias...los hombres habían abotonado la camisa hasta el cuello...su postura era la misma, las piernas separadas, la cabeza muy tiesa, pies firmes en el suelo.Con una vejez diferente a la de mi padre".
Son dos Españas y dos formas de vida diferentes. La autora trata sin prejuicios ambas, el mundo de los ricos y el de los pobres en el exilio. "El dinero no compra la felicidad pero sí la curiosidad, y la vida en las ciudades no es sana, pero tampoco es aburrida, y el poder envilece pero también ejercita la sutileza". Hace tiempo leí una entrevista a Almudena en la que le planteaban la sempiterna cuestión de literatura femenina: A la pregunta de si hay un pensamiento propiamente femenino y otro masculino, o si es el mismo para los dos géneros ha respondido lo siguiente: «Creo que existe solamente un mundo, y una sola realidad, que cada uno de nosotros contempla desde una posición única e intransferible, en función de las heridas, y de los premios, con los que la vida nos haya marcado. " Desde este punto de vista de vivencias, experiencias y memorias es desde el que nos narra las dos Españas del corazón. Entrelaza escenas de los españoles en Francia, con aceite y berenjenas, que seguían siéndolo rodeados de quesos y paté. Me gusta la voz de la niña de 6 años que reclama su identidad francesa dentro de ese mundo.
Sigamos leyendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, pues ya estamos a 1 de junio y sin proponérmelo acabé de leer anoche "El corazón helado", como si hubiera tenido que cumplir obligatoriamente el plazo de “lectura propuesta para el mes de mayo”.

Nada más lejos de la verdad, pues a pesar de tener muy poco tiempo para leer y de que pueda parecer que las más de 900 páginas que tiene la novela, la va a hacer durar mucho, me ha pasado como con casi todas las novelas de la autora, que mientras las leo siempre tengo ganas de seguir leyendo y que por breve que sea el tiempo que tarda en llegar un metro a la estación, en recibirme un médico o por cansada que llegué a la noche, siempre estoy buscando momentos para saber que le ocurre a un personaje o como reacciona ante una situación.

Creo que he leído todas las novelas de Almudena Grandes y con pocos autores me busco y me identifico tanto mientras les leo. En su biografía veo que soy solo algún mes mayor que ella, que estudié lo mismo que ella y en la misma universidad que ella, pero eso son solo detalles anecdóticos, aunque reconozco que una de las cosas que me empezó a atraer mucho ya en sus primeros libros, era su manera de describir personas y paisajes, tan cercanos a mis recuerdos, los barrios del Madrid de mi niñez, del colegio y del instituto, que aún a veces sin nombrarlos, no me costaba identificar. Confieso que también en esta novela me ha emocionado que los nombres de las calles donde he oído siempre contar a mi madre que vivió durante la guerra, la hicieran vecina de la familia protagonista.

Dejando ya el terreno de las emociones particulares, como novela me ha parecido excelente, bien documentada y muy ágil en el paso de unos capítulos a otros. Desde el primer capítulo, con la perfecta descripción del entierro de Julio Carrión en el cementerio de Torrelodones, hasta el último, donde aún no hemos podido desprendernos de la ansiedad, en este caso por conocer que va a contarle la madre de Álvaro Carrión a su hijo, pasamos por escenas de la guerra civil, de los campos de refugiados, de la vida en el exilio, de la transición a un ritmo muy bien conseguido, que hace que todas las épocas que trata nos interesen de igual manera.

Como historia de amor sin embargo, la de Álvaro y Raquel me parece la más floja en su descripción, es como si hubiera demasiado empeño por parte de la autora en contarnos lo que se gustan y lo que se quieren, muchas páginas, pero sin embargo emociona muchísimo más y se siente mucho más cercana la historia del primer encuentro de Ignacio y Anita o simplemente (y por estos personajes se pasa de puntillas) de los padres de Raquel, mientras se descubren mutuamente en su primer viaje a la España de la que desde que nacieron, no han dejado de oír hablar.

Las citas de María Teresa León en Memoria de la melancolía (1970) y la de 1938 de Antonio Machado con la que se cierra el libro son puntales perfectos para darnos cuenta de la dureza de tantas vidas, tan cercanas y tan olvidadas. Gracias a Almudena Grandes por recordárnoslo.

Anónimo dijo...

gracias, Dolores por tu comentario, que nos sirve casi de colofón para los que estamos en la lectura de la segunda parte, "El hielo". No había obligatoriedad de acabárselo en mayo :-. Entiendo tu mímesis generacional con el texto. También me está pasando; no paro de preguntar a mi madre cómo vivió la guerra civil,no en Madrid, si no en el norte, aunque no ha sido tan diferente, las guerras igualan territorios. Se acuerda de las cartillas de racionamiento, del chocolate y la leche condensada.En mi familia, como en todas o casi todas en una guerra civil fraticida, hubo de los dos bandos, la mayoría por estar "en el sitio equivocado", sin poder de elección, a diferencia de las familias de Carrión y Fernández Perea, que sí eligieron en parte sus destinos.